viernes, 19 de noviembre de 2010

La historia en el centro del terrorismo de Estado

Por Sergio Garcés Quintana


Foro de Solidaridad con los Cinco Heroes y contra el terrorismo
Bayamo, noviembre 19 de 2010

Al estado moderno le es consustancial el terrorismo como una forma de dominación.

Todas las acciones para preservar el poder político y los intereses de las clases dominantes fueron sustentadas en la opresión material y espiritual de hombres y de pueblos, bajo el amparo de las políticas del Estado.

La contemporaneidad ha elevado a  categoría de política oficial el terrorismo en todas sus variantes.

La historia  de los pueblos, su  memoria histórica, y las tradiciones de lucha y de combate constituyen derechos  inalienables de los pueblos.

La globalización neoliberal y los centros del poder mundial tienen como doctrina y ejercicio de dominación la desmemoria y la destrucción de las historias nacionales de los países dominados, como parte de un tenebroso plan de liquidación fascista de la cultura y de la historia.

Un pueblo sin historia es un pueblo desarraigado, sin asideros en que afincar su identidad. Por tal razón la desmemoria es un arma de la dominación imperial

Se trata de llevar a la práctica lo que un obseso teórico del imperio había proclamado al referirse al “Fin de la Historia”. Las guerras imperialistas contemporáneas son fascistas por su esencia antihumana, de exclusión, xenofóbica y racista.

Los pueblos de nuestro continente han sido testigos del desmontaje de su historia, del desconocimiento de sus más preciados símbolos, de la pretensión del desarraigo total de sus identidades nacionales y culturales.

La dominación en la contemporaneidad está sustentada en la   suplantación de la verdadera historia por un sucedáneo digerible fácil de transmitir y recepcionar.

En estos tiempos, la verdadera historia, la de las luchas de clases, la que hacen los pueblos, la de las guerras sangrientas y tremendas, la de las hambrunas, la de los heroísmos y las tradiciones, la de los imperios y las revoluciones, no es la que se  transmiten para el mundo por las vías  mediáticas de la información.

La privatización del conocimiento es otra forma indiscriminada del saqueo neoliberal y un acto violatorio de los derechos humanos.


Las nuevas técnicas de la comunicación constituyen armas de los centros de poder para su dominio mundial y son utilizadas para manipular conceptos y globalizar el olvido en busca de una falsa identidad  homogénea.

 Su gran peligro no reside en la censura grosera y descarnada,  ni en la limitación de los accesos a la información, sino en  la multiplicación anárquica, incontrolada y desprovista de criterios rigurosos de toda la información. En una amalgama donde están los más rigurosos y exactos hechos con los abiertos y groseramente falsos.

Con el derrumbe del socialismo europeo la historia pasó a ser el primer blanco de la contraofensiva neo-liberal. Para los centros de poder el desmontaje de las historias nacionales, la omisión de sus sistemas de valores, el desconocimiento de las tradiciones, de los países en confrontación  fue un arma probada en el escenario de la lucha  contemporánea por la dominación. 

 De tal manera que la memoria histórica  ha pasado a ser una categoría de la ideología.

El pueblo cubano ha sufrido más de 50 años de ataques indiscriminados contra su cultura y sus más esenciales valores.

 La guerra de los símbolos ha estado presente  en la confrontación  contra la Revolución cubana, el socialismo y nuestra nación, donde lo simbólico ha tenido siempre un espacio.

Descarnadamente ponen en tela de juicio la vigencia de las ideas de José Martí, la relevancia y el significado del Ché y de la gesta de Bolivia, la justeza de la Protesta de Baraguá y la figura de su héroe indiscutible Antonio Maceo.  Se erigen descubridores de nuestra historia  más reciente,  escriben  desde Miami lo que no tuvieron el  coraje de defender en  Cuba.

También acuden a la literatura y a la música. Usan cualquier arma. Están conscientes que en el terreno de los símbolos, de la cultura, de las ideas, es donde en última instancia se va a dirimir la batalla.

Los Cinco Héroes cubanos prisioneros del imperio son ya historia viva y protagonistas excepcionales de los combates contra el terrorismo que se practica contra la Revolución cubana. Ellos son símbolos  

Distorsionar, negar, desconocer,  la causa que defienden y su inocencia probada es parte de la conjura del poder imperial. El olvido y la desmemoria se utilizan una vez más como armas para atacar y mellar los valores más excelsos de la Revolución cubana.

Manipular la información en torno al juicio más largo en la historia de los EEUU, excluir a su opinión pública, negar el acceso a las Actas que evidencian la inocencia y la magnitud del crimen cometido, es parte de la consciente campaña de olvido. El gran público no frecuenta la compleja urdimbre de pruebas, testimonios y argumentos que conforman un proceso judicial. Suele enterarse de las versiones que al respecto dan los periódicos, la radio y la televisión. Y todos ellos, fuera de Miami, han guardado hermético silencio con relación al caso de los Cinco. Los medios de comunicación masiva de los EEUU son cómplices culpables del atropello.

Ésa es la gran verdad que el gobierno de Estados Unidos se ha empeñado en ocultar. Su enorme aparato mediático -los disciplinados medios, al decir de Chomsky- se han encargado de imponer el silencio y la desinformación.
A los estaudinenses y a muchos otros se les impide conocer la verdad. ¿Qué pasaría si ellos pudieran leer lo que pasó en Miami?

Como afirmara el presidente del parlamento Ricardo Alarcón de Quesada:” 
“Ese silencio terco impenetrable, es una prueba de la total  inocencia de nuestros compañeros”

Los héroes volverán, porque seguiremos luchando por su regreso y porque   los símbolos de la patria agradecida, no se olvidan, no se borran, no pueden ser destruidos.

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